Wellington y mi frustrado paso a la isla sur

Ya comenté la anécdota de aquel restaurante de carnes en Nueva York. Y si no escribo más a menudo es porque no tengo cosas que puedan resultaros interesantes. Nueva Zelanda es un país maravillosamente aburrido. Las cosas funcionan razonablemente bien y estos días están siendo de reflexiones, calma y conducción.

Os dejé en Napier, lugar que no me gustó mucho. Todo como muy de plástico y los jardines impecables de escuadra y cartabón. El albergue no me gustó mucho. Compartí habitación con siete tipejos a cual más desaseado. Para la luz tengo el antifaz de mis amiguitos de teatro, para los oídos mis queridos taponcitos de silicona que me embargan del mundo exterior, pero para mis perspicaces fosas nasales no tengo botón de apagado. Además me pusieron una multa de 10 euros por aparcar en un sitio prohibido camuflado. Escapé tan pronto como pude del lugar por mis adoradas carreteras secundarias y todas mis insignificantes molestias desaparecieron cuando me vi otra vez al volante. Porque cuando te cansas o te rebelas ante el GPS encuentras sitios así…

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nueva zelanda isla norte

Primera vez en mi vida con una playa tan grande toda para mí. Y el aparatito te grita “get back, get back…” y luego se calla y dice resignado esa palabra tan metafórica que me gusta tanto: “recalculation…”

Iba feliz conduciendo hacia Wellington, la capital del país, aunque los problemas asomaban por el horizonte. En Napier había tratado de reservar un billete de barco para cruzar a la isla sur para mí y mi lavadora móvil, pero todo parecía vendido. Así fue. No fui capaz de encontrar nada. Días atrás una de las dos compañías principales había perdido varios contenedores en el mar y ese barco había sido retirado. Para complicar más la cosa compraron un ferry polaco (de Polonia, no se confundan los madridistas…) y se les atascó en la bahía de Wellington que es bastante estrecha. Si eso nos llega a pasar en España…

Pero no me di mucho mal, la verdad. Disfruté bastante de mi noche en la capital. El albergue era mucho más amable y mis tres compañeros bastante ordenados y limpitos. Y por la noche se organizó una salida por los bares para que la gente se conociera un poco. Estuvo muy bien, pero acabé wasapeando y mensajeando en la orilla del mar a las dos de la mañana. Cosas de las nostalgias… 😉

A la mañana siguiente callejeé un poco por la capital. Es una ciudad muy cool. El museo principal es gratis y maravillosamente interactivo, muy americano. Puedes entrar en una casa que simula los muy frecuentes terremotos de la zona y cosas así. La calle está llena de músicos, sushi y gente haciendo fatigante e improductivo deporte (sudando en bicicleta, corriendo y otras cosas horribles)

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Wellington

Y cuando el cansancio ante tanta perfección urbanístico-vital se juntó con las ganas de volante, volví a la carretera y otra vez de camino a Auckland ante la imposibilidad de cruzar mi jartomóvil a la isla sur. Como la distancia entre las dos urbes principales del país es de 658km, me vi obligado a hacer noche en un pueblecito fantasma. Es bastante emocionante conducir de noche sin saber dónde vas a dormir y buscar hoteles y/o espacios seguros donde aparcarte con tu bólido albino.

A la mañana siguiente lenta vuelta hacia Auckland. Uno echa sus cabezaditas debajo de un árbol, se prepara sus sándwichs, o simplemente para un rato a que le dé el aire. La foto no tiene nada de especial, pero a mí me trae buenos recuerdos (es que minutos antes había parado en un súper y me había comprado un pack de seis cervezas bien frías. Sólo me tomé una, por cierto…)

coche arbol

Y vuelta a la carretera. Cuando vi esto casi derrapo, aparqué donde pude y retrocedí andando unos 300 metros para que sonrierais conmigo…

fardos sonrientes

Y las nubes, siempre las nubes…

Llegada a Auckland a las 20:30 y, como en Zaragoza somos muy constantes para con lo que amamos, mi primera parada fue el planetario que no pude ver en mi anterior visita. Disfruté como el niño que soy con tanto dato y tanta constelación. Después de un show de rayos láser con música de Pink Floyd salí al exterior y pude mirar por tres telescopios mientras bombardeaba a los empleados con preguntas. Aprendí a encontrar el sur en este hemisferio. Para ello tienes que encontrar el punto medio entre la famosa Cruz del sur, tan famosa que hasta la tienen en la bandera (por cierto, muchos quieren hacer un referéndum para cambiarla por otra sin rinconcito británico)…

bandera nueva zelanda

…y una estrella llamada Akenar. Me hizo gracia porque tengo una amiga coleccionista de estrellas que se llama casi igual. ¿A ke sí? 😉

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luna en telescopio

Estas últimas están sacadas directamente del telescopio por uno de los empleados que, amable ante tanta insistencia, se ofreció a enfocarme en el móvil distintos ángulos de nuestro lunático satélite.

Después me fui a un cibercafé hasta las dos de la mañana para cambiar la fecha de mi vuelo a Sídney porque me resistía a perderme la isla sur por un barco polaco. Ya veré cómo cuadro estas dos semanas extras en «Carolandia» con mi presupuesto. Estuve tres horas buscando y reservando billetes de bus a Wellington, barcos, albergues y cosas así. Para esa noche no encontré nada asequible y, como ya eran las dos y amanecía en menos de cinco horas, me fui al coche, busqué un lugar sin mucho borracho que por aquí a esas horas no es fácil, y me acurruqué en el asiento de atrás. Le di un besito de buenas noches a mi mullido compañero y a esperar a que me devolvierais el sol…

Me desperté tiritando en posición fetal y cristales empañados. Entre chirridos óseos crucé culebreando al asiento de delante por no mostrarme todavía al mundo en tan lamentable estado. Me dirigí al enorme parque que rodea el planetario, porque volver es uno de mis verbos favoritos, y porque le da mucho el sol. Y allí pasé prácticamente todo mi domingo, viendo cómo los lugareños se afanan en perfeccionar su rugby. Para los que no lo sepáis, este pequeño país de la mitad de tamaño que España y con menos habitantes que la comunidad de Madrid, es campeona del mundo de este deporte, y pasan sus domingos arrojándose melones de cuero y goma. Me gustó mucho verlos practicando un deporte tan solidario y hermoso como inútil. Claro que en esto último es igual que todos los deportes…

El albergue de esa noche fue el peor de todos los que he conocido hasta ahora. Me refiero en mi vida. No entraré en detalles. Además estaba tan cansado que dormí estupendamente. Me desperté, cambié mis cosas al asequible y fantástico hotel donde iba a pasar mi última noche en Auckland y me fui a devolver a Jolly Jumper al aeropuerto. Me pareció verle secarse las lágrimas con los limpiaparabrisas mientras me decía adiós… 😦

Esa noche volví a tomar cervezas con Aurore y un chico chileno. Y a la mañana siguiente corriendo a por el autobús con destino a Wellington, ooooootra vez. En el trayecto vi una señora adorable de 86 años, fibrosillamente nerviosa, con el pelito blanco y vestida en rojo. Estaba leyendo un libro en español y no pude resistirme a preguntarle en una de las paradas. Grito de exclamación y cambio al asiento de mi lado para el resto del viaje. Me recordó mucho a Rob y pasamos un rato encantador hablando de la vida y de amores, que vienen a ser lo mismo. Insistió en invitarme a su casa a pasar la noche, pero vivía en un pueblo cerca de Wellington y el ferry que tanto me había costado conseguir salía muy temprano al día siguiente. Se despidió con un fuerte abrazo lleno de besos y con un I love you que me enterneció mucho. La temporada alta en este país es implacable con las amistades imprevistas…

Hoy ya os escribo desde la isla sur. Y además he conocido a una persona maravillosa gracias a otra persona maravillosa. Pero eso va en el siguiente capítulo. Se me cuíden mientras tanto… 😉

5 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Conchita dice:

    Que ganas tenía de leerte, jejejej me encanta todo, todo, y todo, preciosas las fotos, y relajante tu post, que sigas teniendo tan buen camino. Cuídate mucho y hasta la próxima que esperó sea más pronto que tarde. Besos caminante

  2. Patricia dice:

    Te echaba tanto en falta!! Tus vibrantes a la par que serenos relatos no sólo nos permiten viajar contigo, son un bálsamo contra la cotidianidad y una terapia de felicidad compartida.
    Sigue VIVIENDO!!
    Se te quiere Philleas.

    XXOO

  3. Chema A de M dice:

    Los cielos de este país son realmente fotogénicos…y los muñecos de paja también son chulos. Un abrazo y sigue disfrutando como nosotros al leerte.

  4. Nahla dice:

    Con todo el caos que tenemos en Egipto, en comparación con Nueva Zelanda somos un país «maravillosamente» interesante ha ha ha ^_^
    Me encantan las fotos de la luna 🙂
    que interesante, jorge! (y)

  5. Teresa dice:

    Jorge, bonitas fotos y precioso todo lo que las rodea. Sigue disfrutando de tu fantástico viaje y continúa amenizándonos la vida monótona con tus relatos, que son geniales.
    Un cálido abrazo-terapia y mil besos.
    Teresa.

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