Ya sabéis que algunos viajamos más para conocer a las gentes de la tierra que a la tierra de las gentes. Al fin y al cabo, ¿qué es un país si no sus gentes?. Pero no he podido conocer a las gentes de Corea del Norte. La barrera idiomática y sobre todo la cultural hacen muy difícil la interacción. Sin embargo, he tenido algunos momentos especiales con ellos. Vamos a ver si puedo transmitir lo que he sentido…
Pasaré de puntillas una visita que la gente nombra mucho pero que a mí no me dijo nada en particular. La llaman la frontera más peligrosa del mundo y corresponde a la zona desmilitarizada (DMZ) entre las dos coreas. Bueno, perdón, que corea sólo hay una…
A mí me pareció más bien una atracción para turistas frikis que quieren visitar este lugar viniendo desde Corea del Sur para poder decir que han estado en la del Norte. Porque una vez aquí te meten en la casa azul central, y como cada mitad pertenece a uno de los dos países, pues te paseas por la sala y ala, ya has “estado” en Corea del Norte. Así que aquel edificio del fondo es Corea del Sur…
Ya está. Contado. Pero a mí, y así entramos ya con las gentes, me impresionó mucho más la red de metro de Pyongyang. Esta red cumple un doble propósito: a la obvia de servir de medio de transporte para los ciudadanos (si es que este término tan bonito acuñado durante la Revolución Francesa se puede aplicar a las personas que aquí viven), se une la de refugio ante un posible conflicto nuclear. Porque es muy profundo. Mucho. Y la ya comentada carencia de un sistema eléctrico decente lo convierte en un lugar oscuro. Negro. Como una imagen vale más que mil palabras os pongo un vídeo, que son muchas imágenes. Aunque es cortito podréis apreciar lo que quiero decir. Esas caras sin rostro en la escalera de al lado, resplandores intermitentes de las escasas luces que vienen y van dejando ver el brillo de los pines en las solapas y esa música tétrica de fondo, hacen que el descenso a las vías se convierta en un descenso al infierno…
Para qué os voy a poner fotos de las estaciones. No quiero. Nos llevaron a las dos o tres más bonitas que tienen, con lámparas cutres de cristales de colores en el techo, imágenes de los líderes y esas cosas. Prefiero poner una cualquiera de cualquier vagón, con la energía siempre a medias, claro…
Y salir de allí me dio una profunda pena, porque volví a no ver todas esas caras que bajaban, lentamente. Como llegar a ambos extremos de la escalera cuesta entre dos y tres minutos, algunos se sientan en los peldaños y sólo puedes ver parte de sus cabezas cuando uno de esos resplandores te lo permite. Así que, cuando estuve fuera y durante los días siguientes, ya no me sorprendió tanto que los medios de locomoción exteriores estuvieran tan solicitados…
Como el primero de mayo es una fecha bastante señalada en este país comunista (por supuesto siempre por detrás del cumpleaños en abril del gran líder), la gente aprovecha para visitar la casa natal del sujeto en cuestión. Nosotros también fuimos, y yo aprendí ese día que un río también puede ser de gente…
Ahí, al sol, con sus trajes, sus corbatas, y con el único sonido de un pequeñísimo y casi imperceptible rumor. Los asiáticos, que no suelen sudar, aquí lo hacen, no sé si por el sol o por la emoción de lo sagrado. Y todos esos ríos para llegar a este pequeño lugar con una foto del líder antes de serlo y sus papás. En fin…
Hecha esta primera introducción sobre lo triste que puede ser nacer y vivir en un lugar como este y comprender mejor a las gentes que aquí lo hacen, vamos con algo un poco más alegre. Porque, afortunadamente, la fecha en cuestión tuvo un aspecto muy positivo, y es que nos llevaron a un parque donde la gente estaba celebrando el primero de mayo con sus picnics y sus juegos. La sorpresa fue que nos dejaron libres, es decir, podíamos recorrer la zona a nuestro antojo, hacer fotos e interactuar. Así que, como un nene antes del recreo, agarré la cámara y escapé a toda velocidad. Y paseé entre la gente, sus barbacoas, sus sonrisas, su asombro…
… y como había cogido unas chocolatinas para regalárselas a los niños que me encontrara, algunos me regalaron sonrisas como estas, saludo militar incluido, eso sí…
Esta última niña fue una excepción, porque ellas son más tímidas y sólo me aceptaban las chocolatinas si estaban con sus mamás…
Y cuando ya me dirigía un tanto reconfortado con la vida al punto de encuentro con mi grupo, me sucedió una de esas cosas que me suelen suceder. No sé cómo ni por qué pero de pronto una anciana me agarra del brazo y me sienta en el suelo con sus amigas para compartir almuerzo. Lo divertido es que, aunque me dieron palillos para que comiera lo que yo quisiera, se lo pasaban en grande si eran ellas las que me alimentaban. Y yo, como como de todo…
… hice de aguilucho ante el jolgorio de todos los presentes. No sé si lo pasaron mejor ellas o yo, pero nos reímos mucho. Las piernas que se ven detrás son de mis compañeros sacando fotos, lo que siempre les agradeceré porque yo no daba abasto ante tamaña hospitalidad. La pena fue que era la hora de marchar, así que me tuvieron literalmente que arrancar de tan amables garras y subirme al autobús. En el camino a nuestro almuerzo, mientras le sonreía al paisaje, pensé eso que pienso tantas veces, y es que la vejez, si algo de bueno tiene, es esa ausencia de miedo para con tus semejantes, que ya poco te pueden amenazar, poco te pueden hacer…
Como comprenderéis, no tomé gran cosa en el almuerzo “oficial” de ese día. Pese a todo, después del mismo tenía esa somnolencia tan característica post ingesta que sólo una buena siesta te soluciona, así que perezosamente caminaba entre los karaokes campestres que la gente disfrutaba en un nuevo parque que visitamos después de ese almuerzo, cuando me sucedió una de esas cosas que me suelen suceder. Un jefecillo de uno de los escenarios del parque, solicitó la actuación de uno de los extranjeros. No sé por qué motivo, algunos de mis compañeros decidieron que yo sería un digno representante así que, sin comerlo ni beberlo, allí estaba yo momentos antes de salir a escena explicándole a mi guía-sota gubernamental y al jefecillo presentador que sería una cosita corta, eh…
… y momentos después ya estaba yo sólo ante el peligro norcoreano…
Como podéis comprobar la gente estaba dispuesta a perdonarme cualquier patética actuación incluso antes de empezar, cosa que se agradece cuando no tienes idea de lo que vas a hacer. En el último instante, me decanté por un “Asturias patria querida”, lástima que después del “de mis amores” ya no sabía cómo seguía la letra. No pasó nada: hice gala de mis dotes improvisadoras y me la inventé toda. Aplausos, risas y, cuando ya me marchaba, me dicen que no que no, que ahora tengo que bailar… Ofú, pues venga. Así que una señora agarra el micrófono y se pone a cantar para proporcionarme las notas que debían ser bailadas. Tuve la suerte de que una jovencísima y encarnada belleza salió al instante como deliciosa e improvisada compañera, así que pude cambiar mi baile por flirteo mímico, cosa que se me da bastante mejor. Muchos me habéis preguntado en Facebook y por mensajes qué es lo que estoy haciendo en esta foto para que la gente se ría tanto…
Muy sencillo: cuando bailas con una chica que te gusta, te metes la mano debajo de la camiseta, te la pones al lado del corazón y la mueves al ritmo de la música imitando latidos. La tontada mejora si cuanto más se acerca la muchacha más deprisa mueves la mano y tus latidos. Me encantó ver cómo la gente se moría de la risa con unas cuantas tonterías más por el estilo, y gracias al cielo mis compañeros salieron a rescatarme cuando la actuación se me empezaba a hacer un poquito larga…
Ya me ha vuelto a pasar. Otra vez me voy casi a las 1.500 palabras y yo sin hablar de los niños. Y los niños en este país merecen una mención especial, porque inspiran toda una mezcla de sensaciones difíciles de explicar, llevándote tanto de la pena a la alegría, como del temor a la ternura. Lo dejaremos para un, esta vez de verdad, último post sobre este lugar del mundo tan peculiar…
Creo que sobran las palabras para hacer cualquier comentario. Solo admiración por lo que estás haciendo y sobretodo como lo estás contando. Enhorabuena!!!
Gracias Suso, siempre exageras conmigo 😉 😉
Un abrazo grande
«una de esas cosas que me suelen suceder»
Jajajaja ha sido genial este post, menudo showman! Solo hay que ver la cantidad de gente amontonada por ver el espectáculo jajaja
Gracias Alicia. Y sí, la gente de los alrededores iba viniendo conforme iba escuchando el jolgorio de sus paisanos. Fue divertido 🙂
Besicos
No me creo que no haya video!! No me seas Pasiegaaaaa!!
Jajaja, creo que alguno anda por ahí, sí. Algún día Josemi, algún día 😉
Abrazos!!
Parece una cincomarzada en el Parque del Tío Jorge…perdón…del tío Kim…
Sí, sí Chema, algo así era. Y por cierto, aquí casi todos se llaman Kim. Hasta ellas…