Es una ciudad maravillosa. La mires por donde la mires y busques lo que busques, es una ciudad maravillosa. Tuve la gran suerte de poder vivir en la bahía de San Francisco durante ocho meses de mi vida del año 2007. Cuatro meses los dediqué a mi formación marketiniana en la Universidad de Berkeley y los otros cuatro en la propia ciudad de San Francisco trabajando para una empresa de televisión por cable. Así que el aterrizaje fue especialmente emotivo…
El vuelo transcurrió sin incidentes, pero me veo obligado a hablaros un poquito de la maravillosa aeronave que me trajo de vuelta a “casa”. El Boeing 787 Dreamliner no me defraudó en absoluto. Fino, es un avión fino y elegante. La fibra de carbono con la que está construido lo hace más ligero y permite hacerle grandes ventanillas que en vez de cerrarse se tintan. Y las alas del mío eran ligeras como las de una garza nipona…
Pude dormir bastante debido a que tenía una línea de tres asientos para mí, así que mi nostalgia y yo llegamos frescos cual lechuga orgánica, que por aquí lo orgánico es lo habitual. Y todo me resultaba fácil y familiar…
…así que llegué enseguida al céntrico y carísimo albergue donde me alojaba. Casi 40€ por compartir cuarto con tres maromos, ay. Y es que la ciudad es cara cara cara, eso sí. No os puedo contar nada especial que me pasara. Paseos y más paseos recordando amigos ausentes y anécdotas vividas. Lo que voy a intentar hacer es transmitiros lo que es la ciudad.
El clima es maravilloso, tirando a fresquito, como a mí me gusta. La mañana suele despertarte con niebla, que luego desaparece para dejar paso a uno de los cielos más azules que vi jamás…
Ese último puente es el Bay Bridge, el puente de la bahía, y es mucho menos popular que su hermano Golden, pero yo le tengo mucho cariño porque lo crucé muchas más veces. Reconozco que me dio pereza volver al famoso puente rojo, porque está bastante lejos y el transporte público de la ciudad no es de los mejores, así que os tendréis que conformar con verlo un poquito de lejos…
Una de las características principales de la ciudad es su ambiente desenfadado y buen humor. Os pongo una serie de fotos de carteles que vas encontrando por la calle y que explican lo que quiero decir…






Con esta última estoy especialmente de acuerdo… 😉
Otra peculiaridad de la ciudad son los vagabundos. California tiene una legislación muy permisiva con estas personas comparada a la del resto de estados, así que hay muchísimos. Da mucha pena ver tantas personas sin nada rodeadas en una ciudad con tanta abundancia. Sin embargo, algunos de ellos se contagian del ambiente de la zona y hacen gala de un grandioso sentido del humor. Aún recuerdo el cartel de uno que decía “Para qué mentir, es para cerveza…”, aunque mi favorito fue otro que, guitarra eléctrica y amplificadorcito colgados al cuello, caminaba pidiendo limosna tocando riffs de blues y cantando 🙂
Un momento muy especial fue volver a City Lights, la famosa librería meca de la generación Beat de Jack Kerouac y compañía. Recuerdo cuando en mi pausa para el almuerzo me comía unos rápidos sushis y venía a pasear entre libros, postreando deliciosas lecturas que siempre me facilitaban la digestión física y mental. Un lugar que no os debéis perder si venís alguna vez…


Después de hartarme de pasear, me fui a Berkeley y seguí paseando. Y si San Francisco es liberal, Berkeley lo es todavía más, pero con un toque rebelde, académico y joven. Los cuatro meses que pasé aquí fueron muy felices. Conocí a gente maravillosa que os estoy presentando durante este viaje. Y aprendí que un profesor, por mucho que trabaje en una universidad con 28 premios Nobel, puede ser entretenido, divertido, informal, y siempre siempre, cercano. Bueno, y que lo público también puede ser de mucha calidad cuando la gente se compromete de verdad…

Pero lo mejor de esta semana en California estaba por llegar. ¿Recordáis a Rob, aquel ser humano tan entrañable que conocí en Nueva Zelanda? Prometí visitarle en su granja de Santa Cruz, al sur de la bahía, y así lo hice. Pasé dos días inolvidables entre vegetación, colmenas, libros, comida orgánica, música e infinitas conversaciones. Prometimos volver a vernos y me pidió discreción, así que no hay fotos de este tímido y sabio personaje que, con todos los libros que me regaló al marchar, me hizo la mochila más pesada y la mente más ligera…
Y ahora que me toca cerrar este post me doy cuenta de que la semana en EEUU ha resultado muy tertuliana, porque también en el albergue de San Francisco me llegaron a dar las 4 de la mañana charlando con tres muchachos estupendos de Grecia y Malta que me hicieron recuperar un tanto la fe en estos establecimientos, ahora que ya no los voy a necesitar tanto.
Me despedí medio feliz de San Francisco. Me ha gustado volver pero su tiempo ya pasó. Soy una persona distinta de aquella y ahora me apetece otra cosa. Os lo voy contando cuando llegue a México DF… 😉
«If you’re going to San Francisco, be sure to wear some flowers in your hair…» Empapao hasta las cachas de cultura hippie. Igualito que Corea del Norte, eh George…!!!
Igualico igualico 😉
Un abrazo singer :):)
Eres la ostia…… que chulo leer tus relatos, estaría horas y horas sin parar… Te echo muuuuuucho de menos. besazos enoooormes.
Gracias Mercè, me alegraste el día, como tantas y tantas veces dentro y fuera del escenario. Qué ganas de verte para que me «insultes» jajaja 😉
Un beso enorme