Más Tolstoi, porque nunca es tarde para aprender a montar en bicicleta

Al día siguiente me desperté tarde, como de costumbre cuando viajo. Me quedé un ratito en la cama para paladear el recuerdo de la noche anterior y, cuando el hambre venció a la pereza, me marché de nuevo a la plaza Roja. Ni qué decir tiene que las sensaciones fueron muy distintas. Primero añadí Lenin…