En la época que vivimos es comprensible que corran buenos tiempos para los monólogos cómicos. La gente está tan preocupada, tan triste y enfadada, que pide a gritos una hora y media de desconexión.
Gran entrada en el teatro Alexandra de Barcelona los pasados días 4 y 5 de Agosto. Hoy en día se pueden conseguir tickets con un descuento importante a través de internet. La entrada en la lenta taquilla se cobra a 18€ pero conseguí reservas por 5 y 10 euros respectivamente. Creo que poco a poco estamos empezando a reflexionar sobre el precio y el valor de las cosas. Personalmente, hace ya tiempo que prefiero pasar sed a comprar esas inocentes botellitas de agua de 375ml. No es que no me pueda permitir una, todos podemos, pero me parece abusivo que te puedan llegar a cobrar 1,80€ (300 pesetas para numismáticos y nostálgicos) por una de ellas en el auto servicio de un área de la autopista. El pasado 31 de Julio, en el servicio, vi a un chico joven echándose un traguito en el lavabo después de lavarse las manos. Curioso, lo que hace un par de años me hubiera parecido cutre hoy me reconforta. La gente se está despertando. Fin de pataleo quijotesco-económico…
Que nadie se confunda, soy un firme defensor de la oferta y la demanda. A veces, y digo a veces, los mercados funcionan bien. Si Dani Pérez cobra por sus monólogos el doble que Albert Boira por los suyos, es porque la gente demanda el doble las actuaciones del primero. Así de fácil. Y comprensible. Pasé una gran hora y media con el monólogo de Dani. Muy trabajado, efectos sonoros y “acting” bastante divertidos. Reconozco que no soy de carcajada fácil pero tener una sonrisa permanente durante hora y media me es suficiente. Altamente recomendable.
Como crítica para ambos esa manía que tienen muchos artistas de comprometerse políticamente, tengan el signo que tengan. Venga va, chicos, pagamos para que nos hagáis reír, no para escuchar vuestras quejas o soluciones fáciles a problemas tan difíciles por los que pasamos. Yo no os lo tengo en cuenta porque me río igual y consigo separar al artista de su arte. Os doy las gracias desde aquí porque vuestro trabajo consiste en alegrarnos la vida durante un ratito, unas veces con más fortuna que otras, pero siempre con la más noble de las intenciones. Pero recordad que el escenario es vuestro lugar de trabajo. Para expresar vuestras absolutamente lícitas opiniones tenéis otros muchos medios. Y finalizando vuestros monólogos con una agria reflexión político-económica hacéis que la gente salga de la sala menos alegre y optimista de lo que podría. Mis felicitaciones a ambos, no obstante.