El bus me dejó justo delante de la puerta del hostel Mamallena, lugar donde iba a pasar las tres próximas noches. Su nombre es debido a un postre panameño, una especie de torrijas. Aquí tenéis la receta. El día anterior había reservado cama en un dormitorio, es decir, iba a compartir cuarto. Para el que no conozca la experiencia de alojarse en un hostel resumiré brevemente. Funciona como un hotel normal pero con derecho a cocina. Compras tu comida, la metes en una bolsa de plástico con tu nombre y cocinas cuando quieres. Las habitaciones pueden ser individuales o con varias literas para varias personas. Los baños y las duchas suelen ser compartidos. Es decir, que por 11$ la noche (unos 8€) uno puede dormir y ducharse. Luego vas al súper a hacer una compra muy básica y ya estás instalado. A mí me gusta el concepto, no sólo por el precio, si no porque conoces gente y aprendes muchas cosas.
Así pues llegué al hostel y dejé mi mochila en el dormitorio. Más tarde me enteré de que lo iba a compartir con cuatro: una chica de la república Checa, otra chica inglesa y dos cucarachas panameñas de unos 3cm. A una de las panameñas conseguiría echarla a patadas al pasillo pero la otra fue más rápida y se refugió debajo de una de las literas. Agradecí tener la cama de arriba…
Esa tarde me fui a ver Boquete y acabé rápido. Estaba muy interesado en ver cómo funciona una organización que recoge niños indígenas o de pocos recursos y les da formación. Se llama La casa de la esperanza y acogen a unos 235 niños. Permiten a voluntarios de paso por el pueblo acercarse a conocerlos y darles charlas de lo que sea o jugar con ellos. Agradecen mucho que desconocidos que no les conocen de nada les presten atención. Me acerqué muy ilusionado pero ya sabéis lo que pasó. Correcto: estamos en carnaval y los niños estaban en sus casas hasta el jueves. Así que, después de dar una vuelta por el pueblo, me marché al hostel a eso de las 7. Dejé mis cosas en el cuarto y me fui al jardín, de donde no salí hasta las tres de la madrugada para volver a la cama después de una frugal cena compuesta por cuatro cervezas y mucha charla. Conocí a gente estupenda, entre ellos dos simpáticos daneses que iban descalzos por toda la casa. Tan blanquitos y con las plantas de los pies tan oscuras me parecieron dos negros inversos. También charlé con Alemania, USA, Canadá, Panamá y Francia. Y todo por tan sólo 11$ la noche. Lujazo.
Al día siguiente me levanté y, como no había hecho compra, me fui a desayunar. Como tengo el colesterol un poco alto, me gusta cuidarme y la fruta aquí es tan buena, suelo desayunar un zumo con algo para picar. Un ejemplo
Después me metí en una inmobiliaria donde me dieron un plano de la zona con casas a la venta, alquilé una moto y me fui a verlas. Hace unos años la revista norteamericana Modern Maturity especializada en tercera edad, clasificó a Boquete como el cuarto mejor lugar del mundo donde retirarse. El resultado fue que cientos de ciudadanos americanos llegaron a Boquete y construyeron decenas de urbanizaciones, casas y residencias. Hubo gente que compró terrenos para especular pero el asunto no dio para tanto. Hoy en día hay muchísimas casas y terrenos a la venta. ¿Os suena? Incluso la persona que me alquiló la moto me ofreció varios apartamentos y un hotelito. El día fue fantástico, vi muchas casas y recorrí toda la zona en moto. Además aquí no es obligatorio llevar casco. Después volví a casa donde se había organizado una barbacoa. Cada uno compra su carne y se la hace con los demás. No deja nunca de asombrarme el efecto tan sorprendente que un buen pan con tomate causa en cualquier persona. Mira que es simple, pero entre lo bonito que queda con el rojo del tomate y el dorado del aceite y lo rico que está, te hace quedar bien en cualquier situación.
Al día siguiente contraté una visita a una plantación de café llamada La milagrosa. No soy nada cafetero, pero como te explicaban todo el proceso desde la planta hasta la taza pues allí que fui. Siempre me hizo gracia la historia del descubrimiento del café. Fue en Etiopía, donde un pastor se sorprendió del efecto tan euforizante que causaban esos frutos rojos al ser comidos por sus cabras. Hizo una especie de infusión con ellos y voilà, café.
Lo pasé en grande. Me comí, cual cabra, la pulpa de tres granos de distintas especies. Es dulce y con mucha cafeína, y el hueso, es decir, el grano de café, todavía tiene más. Aprendí mucho del proceso y conocí a don Tito. Este señor compró el terreno de su finca hace 15 años y todos se le reían cuando dijo que iba a plantar café. Resulta que se dio cuenta de que una variedad rarísima llamada Geisha crecía de maravilla. Ahora vende toda su producción a Japón, Taiwán y Noruega a unos 200€ el kilo. Os dejo tres fotos. La primera es con don Tito, la segunda soy yo con los tres tipos de tostado que hay, el americano, el francés y el italiano. El primero se tuesta menos y el tercero se tuesta más. Es decir, el tostado italiano, por ejemplo, al ser el más tostado, es el más oscuro y de más sabor pero a su vez es el que menos cafeína tiene porque se pierde con el calor. Y la tercera foto es de la gallina con cara de más mala leche que he visto en mi vida. Me hace mucha gracia cada vez que la veo y quería compartirlo.
Por cierto, a una gallina no le hace falta el gallo para poner huevos, sólo para tener pollitos. La gallina pone huevos siempre porque, ejem, el huevo no es otra cosa que su periodo empaquetado elípticamente. Es decir, que una dieta humana equilibrada debería constar de, al menos, un par de reglas de gallina fritas, cocidas o en tortilla a la semana. Siento decepcionar a algunos. Como habréis visto, a mí no me importa…