El día prometía: playas Gold y Omaha, museo de Arromanches (el más visitado) y cementerio americano. Como me quedaban patés, quesos y pan de la noche anterior, desayuné lo mismo y me puse un picnic con las sobras. Me dije que si 5€ me daban para cenar, desayunar y comer, esa noche me iba a premiar con una gran cena de despedida y me puse en marcha.
Viajar sólo tiene bastantes ventajas. Bueno, en realidad sólo una, que haces lo que te da la gana, que no es poco. Sin embargo, uno de los principales problemas es que casi todo resulta más caro. Es esta una zona estupenda para alquilarse un coche y perderse. Yo me hice amigo de los buses urbanos. Las frecuencias no son frecuentes, pero por 1.50€ conectan muchos pueblecitos y lugares de por aquí.
Llegué a Arromanches y me fui directo al museo. Más de lo mismo. Culturalmente fantástico, eso sí. Aquí construyeron los aliados su puerto principal con tamaño de 1000 campos de fútbol y del que todavía se pueden ver restos en la playa. Esto me lo explicó una guía francesa muy simpática en español y, me gustó tanto, que me quedé a escuchar cómo se lo contaba en francés a un grupo de turistas. El museo se ve rápido, así que, después de escuchar a mi guía por tercera vez contando en inglés cómo se fabricaba niebla artificial para proteger el puerto de los bombardeos y de que me obsequiase con una sonrisa de cómo-le-gusta-la-historia-a-este-chico, me marché al último museo que iba a visitar y desde el que se ven estas vistas del pueblo.
En realidad más que un museo es una proyección de una película en 360 grados. Su particularidad es que aquí sí que nos muestran el horror de la guerra con imágenes mucho más crudas y reales. Yo me dediqué a observar a la gente más que a la pantalla y me crucé la mirada con una niña asustada de unos cinco años que se tapaba las orejas con las dos manos mientras sus hermanos miraban absortos los bombardeos. Pensé (otra vez) que el mundo sería mejor si lo gobernaran ellas.
Al acabar me fui a la playa a terminarme los patés mirando al mar. Aquí desembarcaron los británicos y me dio mucha pena pensar que los muchachos que cayeron en aquellos días no iban a escuchar nunca a los Beatles. Me puse “I’ll follow the sun” en el iphone y me fui a Omaha beach.
Decidí suprimir la visita al museo de Omaha. Preferí quitarme las zapatillas y darme un paseo por la orilla. Es una playa impresionantemente grande y donde se libraron los combates más violentos. Junto con la de Utah, era objetivo norteamericano. No sabía si poneros este video de la película Salvar al soldado Ryan. Creo que es la que más se aproxima a lo que debió de ser aquello pero advierto a los que no la hayáis visto que son imágenes tan duras como necesarias. Deberían estar en más de un museo…
Así que comprenderéis por qué ha sido la única playa donde he mirado menos hacia el mar…
Después de secarme los pies me dirigí al cementerio americano que está situado justo encima de la playa. Es bastante impresionante ver todas esas cruces y alguna que otra estrella de David. Por cierto, os dejo este link por si queréis saber por qué los judíos dejan piedras en sus tumbas en vez de flores.
Conseguí tomar el último bus de vuelta a Bayeux y, después de descansar un ratito, me fui a cenar. Una de las especialidades de la zona son los mejillones, deliciosos y proteicos bichitos que me vuelven loco en su humildad y me ponen elementalmente nerudiano. Me pedí una olla de un kilo acompañada de patatas fritas, como manda la tradición. Todo regado con una botella de sidra, también típica. El paisaje era tan bello como el de las playas…
Tengo que confesar que los últimos se me hicieron un poco cuesta arriba pero pensé que ninguno de ellos iba a dar su vida en vano y me los comí todos. Puedes dejarte un trozo de filete en el plato, uno de pescado o pasta, pero NUNCA un mejillón. Un mejillón es un ser individual que merece todos los respetos.
Terminé la cena con un licor típico, el calvados, a base de manzana y de unos 40 grados. Hay quien se lo toma con azúcar, por eso te lo sirven con un terrón delicadamente dividido en dos partes para que tú elijas. Yo sólo la mitad. Muy rico…
Al volver pasé por la catedral y pensé que había bebido demasiado, pero no, realmente, estaba de colores…
Y así acabó mi estancia en Bayeux. Al día siguiente pensaba ir al Memorial de Caen muy recomendado por mi amiga Patricia de Asturias y, según parece, bastante real, pero Alban se había tomado fiesta por la tarde para comer conmigo y tuve que marcharme por la mañana temprano hacia París. Pronto os lo cuento…