Creo que voy a estar sin ondas unos cuantos días, así que voy a aprovechar para escribir un corto pero importante post. Al final del mismo sabréis el porqué de su importancia…
La mañana empezó muy bien. Me tiré a la calle pronto, como a mí me gusta, a eso de las 11:30. Madrugar es una cosa muy vulgar y considero una falta de educación que esta gente tan simpática tenga que aguantar mis ojeras y un potencial mal humor. Así que después de desayunar un zumito de zanahoria y manzana, salí al portal y sonreí al mundo tan optimista como un anuncio para cosas de chicas. Mi objetivo era el Museo egipcio de El Cairo. Momias, estatuas, pergaminos, esas cosas. La brisilla al cruzar el Nilo compensaba cualquier ruido de motores que pudiera llegarme a los oídos…
El museo resulta tan fascinante como decepcionante. Es bastante anti-didáctico: ni un folleto al entrar, multitud de estatuas y objetos sin ni siquiera un rotulito y las indicaciones son bastante deficientes. Menos mal que están construyendo uno nuevo, aunque la revolución que se vive aquí estos días ha parado las obras. Por otro lado, las joyas que alberga en su interior compensan todo lo anterior. Vagué sin rumbo durante tres horas de sala en sala y disfruté muchísimo por varias razones. A saber…
El museo está prácticamente desierto, así que pude pasear a mis anchas sin ningún tipo de agobio. Todos tenéis en la cabeza el nombre y la imagen de Tutankamon, ¿verdad? Incluso podríais pensar que la sala donde se muestran sus famosos sarcófagos estaría llena, ¿verdad? Pues mirad…
Otra de las razones que me hizo disfrutar bastante fue jugar a polis y cacos con los guardianes de las salas. En el museo está prohibido sacar fotos, aunque sean sin flash, y muchas de las salas tienen una persona que está ahí sólo para eso. Pobrecillos, me dio la sensación de que se aburrían mucho, así que me resultaba divertido sacar alguna que otro foto furtiva y ver si me pillaban. En fin, os dejo mi favorita, que no podía ser otra. Estaba solo en la sala mientras el guardia hablaba por el móvil mirando por la ventana, hecho que no me libró de la consiguiente reprimenda cuando se dio la vuelta. Me da igual, vosotros os merecéis esta imagen. Cuando la miréis, pensad en las manos humanas que acariciaron ese oro, hace más de 3600 años…
Por cierto, los egipcios tienen unas manos preciosas, muy finas y con unos dedos largos, largos. Más ellas, claro…
No es el propósito de este blog realizar un comentario sobre lo que el museo contiene ni dar una clase de historia. Me acordé y eché muchísimo de menos a mi amigo Alberto de la faculad de Historia de Zaragoza, que domina Egipto tanto como yo los risottos. Él os contaría muchas cosas interesantísimas. Yo, tan sólo como aspecto curioso, deciros que me llamó la atención que esta civilización también momificaba sus mascotas para que les acompañaran en la otra vida. Os dejo una foto de Toby…
Y que me enterneció mucho cómo una madre extranjera le explicaba a su hijo de 6 años cositas al lado de la momia de un niño. A juzgar por la risueña cara del infante creo que estaba obviando que el estómago, los pulmones, el hígado y los intestinos del momificado iban en cuatro vasijas separadas del cuerpo. Supongo que se reservaría la mejor parte de la historia para la hora de acostarlo, o al menos es lo que yo haría… 😉
Por la tarde quedé con un alumno del Instituto Cervantes que se llama como yo y que me acompañó a comprar el billete a Siwa. Siwa es un oasis a unos 800 km de El Cairo y 50 km de la frontera con Libia. Esta noche me esperan diez horitas de bus y ese es el motivo por el que os estoy escribiendo ahora. Creo que pasaré en el desierto un par de días y volveré. La importancia de este corto post es que este viaje ya no tiene marcha atrás. Hasta aquí aún cabía la posibilidad de una vuelta prematura, pero ayer por la tarde compré el billete a Nueva Zelanda y el de Etiopía. Así que, si todo marcha bien, el día 18 de este mes saldré hacia Adís Abeba y permaneceré en Etiopía hasta el 16 de enero. Vuelta a El Cairo ese día y salida a Nueva Zelanda el día 17. ¿Qué por qué vuelvo a El Cairo? Muy sencillo: volar desde Etiopía a Nueva Zelanda cuesta unos 1200€ y desde El Cairo 721€. Eso ya no es ser rata, es sentido común…
Os cuento dentro de unos días cuando vuelva de las dunas…
Bueno, por compañía y porque una mascota momificada no te da una guerra 🙂
Genial !!! Un fuerte abrazo crack!!!!