Cruzando los Pirineos camino a Zaragoza…

La verdad es que fue emocionante. Verte ahí arriba, rodeado de montañas, a un solo paso de tu país… Sí, fue muy emocionante. Os lo cuento…

Me desperté pronto y eso que la noche anterior me había acostado tarde escribiendo el post sobre Francia. No quise desayunar, como de costumbre. Eso de levantarse y tapar de comida los sueños de la noche anterior no me sienta bien. Una vez publicado el post, empaqueté mis últimas pertenencias y las provisiones en forma de quesos, tomates, jamón, dulces y frutos secos que Rose y Bertrand habían preparado para mí y nos pusimos en marcha. Me despedí de mi gran amiga que andaba preparando a su vez bolsas y maletas para regresar a Pau, y Bertrand me llevó en coche al comienzo de mi ruta. Abrazos y besos emocionantes en la despedida. Rose, Bertrand, gracias. Sin todo vuestro apoyo logístico y vuestro cariño y el de vuestra familia no lo hubiera podido hacer. No olvidaré jamás estos días junto a vosotros…

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Bendecido, feliz, fuerte, me cargué la mochila a los hombros y comencé a caminar. Calculé que serían unos 12 ó 13 kilos. Demasiados. En ese momento no me pareció muy pesada pero sabía que pronto lo sería. Había dejado casi toda la ropa en casa de Rose pero incorporé elementos muy pesados de la mochila pequeña como ordenador portátil, cámara de fotos, cargadores y pequeña botella de champán, que uno prefiere sacrificar hombros a dejar de ser don ceremonias. No obstante, pensé en cuánto tiempo iba a tardar en soltar el primer j***r. Lo descubrí pronto: 28 minutos 😉 Pero daba igual, el día era fantástico y me sentía feliz…

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…y apenas una hora y media más tarde, empecé a vislumbrar la última frontera…

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…hasta que por fin la tuve enfrente de mí…

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Esa sendita que sube a la izquierda era la que me iba a permitir atravesar esas montañas y llegar a casa. Hasta ahí habían sido 300 metros de desnivel, me quedaban 700 más, y sentía mis piernas tan fuertes y potentes como doloridos y enrojecidos los hombros. Pero todo me daba igual, estaba feliz, había esperado mucho tiempo ese momento y una bolsita de nada no me iba a incomodar más de lo necesario. Más todavía si esto es lo que vas viendo durante la subida…

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…con alguna que otra mirada atrás para ver el valle de donde venía y recordar a los amigos encontrados durante los últimos ocho meses…

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Subía, sonreía, me mojaba la cabeza en los números torrentes que la senda me regalaba y, de vez en cuando, me hablaba cariñosamente y cantaba, fundamentalmente canciones de un Real Zaragoza que también vuelve a la vida. Tan solo tenía la mínima preocupación de cómo recorrer esos kilómetros de carretera que me separaban del final de mi ruta hasta Bielsa después de tanto esfuerzo, pero me repetí una frase que me regaló mi hermana Conchita y que he usado con frecuencia en este viaje: “ya hablaremos de ese puente cuando lleguemos a ese río”…

Y entre frases, sonrisas, sudor, cánticos y mucha alegría llegué al Puerto Viejo, la última frontera. Ahí arriba estaba…

puerto viejo desde Francia

Al llegar me paré antes de cruzar, obviamente, y empezó mi ritual. Antes había saludado a una pareja de Madrid, Beatriz y Antonio, que descansaban felices en el lugar. Les fui contando mi historia mientras me cambiaba de camiseta y me ponía la chaqueta corta vientos, que soplaba un poquito. Y cuando estaba atando al poste fronterizo con mi cuerda de tender coladas las flores del jardín de Rose y Bertrand, llegaron tres personas más y un perro. Maricarmen, Pepe, Jorge y Lucho, chilenos, saludaron risueños y me preguntaron por ellas. Ahí estaban mis seis amigos en forma de flor, haciendo nuevos amigos. Tres rojas, tres amarillas. Para Alberto, Sara, Antonio, Charo, Manuel y José, que tan bien me han cuidado durante este viaje.

puerto viejo

Es curioso, no me atrevía a cruzar. Estaba ahí parado, a un solo paso de volver oficialmente a casa, y no lo daba. Finalmente, Pepe agarró mi cámara para inmortalizar el momento y todos me animaron a pasar. Ya estaba, último paso dado. Abrí la botellita de champán (sé que el verbo adecuado sería descorchar, pero era una botella tan barata que no tenía corcho, sólo cierre con tapón de plástico. La breve decepción fue enormemente compensada por las carcajadas de mis compañeros de cima ante la violencia de mis lamentos…), regué mis flores de burbujas y bienvenido a casa Jorge 🙂

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¡Qué malo estaba por dios! Menos mal que, como la vida más que sonreírme se parte de risa conmigo, mis nuevos amigos sacaron un vino chileno que, junto a los quesos y el jamón de Rose, hicieron deliciosamente surrealista mi primera ingesta hispana: queso y jamón franceses con vino chileno. Ole…

Jorge, Maricarmen y Lucho
Jorge, Maricarmen y Lucho

Algunos de mis nuevos amigos. Beatriz es muy risueña, pero supongo que tener un queso con tanta personalidad al lado de la oreja le borra a uno la sonrisa 😉

Maricarmen, Pepe, Ratachampanes y Beatriz
Maricarmen, Pepe, Ratachampanes y Beatriz

Después de casi una hora de pirenaica tertulia, Antonio y Beatriz emprendieron el descenso, mientras que Maricarmen, Pepe, Jorge y Lucho ascendieron el pico del Puerto Viejo, no sin antes ofrecerse a bajarme a Bielsa si les esperaba en la carretera al llegar. Y entonces me quedé ahí solo, viendo como unos bajaban y otros subían. Me acerqué a mis amigos en forma de flores…

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…les di las gracias por esa última ayuda en forma de inesperado transporte a mi penúltimo destino y miré hacia casa…

España desde el puerto viejo

Mencioné sus nombres en alto uno a uno para que mi voz se mezclara con el viento y una parte de ellos pudiera permanecer para siempre en un lugar tan precioso. Besé las flores y Alberto, porque seguro que fue él, me gastó una broma en forma de mancha de horrible champán que se había acumulado en su flor, como diciéndome que me dejase de mermeladismos y empezase a bajar ya, que era el turno de la niebla…

puerto viejo 4

…así que emprendí un rápido descenso hacia casa. Me sorprendió ver que no estaba casi cansado, sería la felicidad, pero la mochila dolía cada vez más sobre los hombros. Una vez más las vistas acudían en mi auxilio…

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… y alguna que otra mirada atrás con la esperanza de ver a mis amigos chilenos a través de la niebla que dominaba ya el lugar…

ruta puerto viejo

Bajé tan rápido que di alcance a Antonio y Beatriz. Llegué al final un poquito antes que ellos y se ofrecieron a bajarme a Bielsa. Como ya había quedado con los chilenos a las 6:30 del día siguiente pude aceptar el amable ofrecimiento, así que 15 minutos más tarde ya estaba yo en Bielsa. Busqué alojamiento ahí a la derecha…

Bielsa

Mientras me daban la llave en el bar y me tomaba una cerveza que me supo a gloria bendita, me informaron que la última visita al museo de la localidad comenzaba a las 20:00. Tenía media horita para ducharme y volar. Ahora sí, estaba bastante cansado, pero ese museo no me lo podía perder. Y vi cómo quedó el pueblo arrasado durante la guerra…

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… y, por supuesto, volví a tener un recuerdo emocionado para todas esas gentes que tuvieron que huir en aquella horrible primavera de 1938, con su miedo, sus escasas pertenencias y esos zapatos…

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Después de un breve y melancólico paseo por el pueblo, me fui a cenar al restaurante de mi fonda. Decidí pagar 90 céntimos de euro de más por dotar a mi plato combinado de un huevo frito extra que creí haberme merecido, y así quedó mi última cena…

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Cuando terminé, decidí probar nuevamente mi teoría acerca del contagio de las sonrisas. Volví a ganar: Elena, mi adorable y jovencísima camarera, se marchó sonriente a la cocina con lo que una vez había sido una cena…

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…y a la cama. Dormí poco. La alegría me despertó a las 5:45 para una ducha rápida, última mochila y cita con mis amigos chilenos que me iban a bajar hasta el precioso pueblo de Aínsa para tomar el bus a Barbastro, de ahí el de Huesca y finalmente, el de Zaragoza. Hice todos estos trayectos con Jorge, que me habló de viajes, de recuerdos y que me invitó a Córdoba para seguir hablando de viajes y recuerdos. Jorge, Pepe, Maricarmen, Lucho, gracias. Por “el último transporte”, por vuestro vino tan rico y por las primeras sonrisas de la vuelta.

Ya en Zaragoza me bajé en la estación de Averly y me despedí de Jorge, que se bajaba en Delicias. Y emprendí mi último paseo hasta llegar a casa. Tuve tiempo de fotografiar una vez más mi fuente favorita para compartirla con todos vosotros…

Zaragoza fuente

… con sucursal del Santander incluida que me hizo recordar y sonreír una vez más antes de llegar a casa 😉

Ya estoy aquí. Y cuando haya asimilado el cambio y terminado el reencuentro con todos los amigos y seres queridos, os escribiré un último post a modo de epílogo con reflexiones finales y despedida. Para este post tardaré un poco. Tengo mucho que asimilar. Mientras tanto, gracias una vez más por vuestra lectura y miles de abrazos y besos para todos 🙂

6 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Óscar dice:

    Bienvenido, amigo
    Un fuerte abrazo

  2. Bea Rubio dice:

    Jorge! Espectacular! Un placer haber ido siguiendo tus posts! Los he disfrutado mucho! Châpeau!!

  3. Nino dice:

    «… tu chiamale se vuoi.. emozioni..»
    [now you have that: Lucio Battisti, CD1, Track 9]
    It’s the only way to describe this post, Jorge.. emozionante!
    Fuerte abrazo!

  4. Conchita dice:

    Bienvenido a casa, como siempre me dejas sin palabras, he esperado tus posts con impaciencia para disfrutar de todas tus vivencias espero que nos veamos prontito y me cuentes muchas cosas que seguro te has dejado en el tintero. Muchos besos

  5. Chema A de M dice:

    Bienvenido Willy Fogg…!!!! Te ha costado más de 80 días y por eso lo habrás disfrutado mucho más. Espero verte pronto y que me cuentes de primera mano todo lo que te ha tocado vivir. Ya no tengo la sensación de no haber estado en países que, probablemente, no visite nunca porque con tus relatos y fotos me parece que ya haya caminado por esas calles, surcado esos cielos, subido esas montañas, comido de esos platos y bebido de esas copas. Sigo pensando que has vivido una experiencia alucinante, que te envidio por ello y que te va a servir para ser mejor todavía el día de mañana. Así que gracias por los buenos ratos que hemos pasado compartiendo contigo todas tus aventuras y…lo dicho…cuando quieras quedamos a echar unas birras.
    Un abrazo grande George…!!!

  6. Sheila dice:

    Querido, somente agora, madrugada fria do dia 2 de agosto aqui em São Paulo (5h30 da manhã, horário local), é que consegui ler com a calma e atenção necessárias suas poéticas e sonoras palavras, escritas lindamente e que me levam a viajar contigo.
    Sim, porque somente um poeta dono de uma sensibilidade ímpar consegue expressar-se como o fazes.
    Ler seu relato de volta à Zaragoza foi como se estivesse cruzando os Pirineos junto a ti! Tal como se pudesse sentir o vento no alto das montanhas, o sabor do queijo, do jamón, do último jantar com ovo frito…!
    E o que dizer dos amigos transformados em flores vermelhas e amarelas, banhados com champagne?!? Encantador!!!
    Espero que tenha deixado «2 beijos» ao meu amado Santander! 😉
    E que suas viagens não findem JAMÁS! Que os novos caminhos estejam abertos, que mais amigos transformem-se em flores rosas, amarelas, vermelhas, roxas… sempre banhados por borbulhas de champagne!
    Sou sua fã n°1!!! 🙂

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