Navidad etíope y heroínas argentinas

Cuenta Enric González en su delicioso libro “Historias de Nueva York” el caso de un restaurante especializado en carnes que, si no encontraba en el mercado una materia prima acorde a su nivel, no abría. A mí me gusta pensar que no tengo una frecuencia fija de escritura y que escribo cuando tengo algo que contar…

Y eso que el viaje de vuelta de Harar pasó sin pena ni gloria, pero con un paisaje más o menos así…

sabana etiopiaDespués de diez horas de viaje llegué muerto a Adís Abeba y me fui a cenar a un restaurante cercano a la pensión regentado por Abraham, un señor muy simpático. Esta vez, no sé si porque me vio muy cansado o porque le hice especial gracia con alguna amárica tontada, me invitó a comer a su casa por Navidad al día siguiente.

El día grande de la Navidad en Etiopía es el siete de enero y por aquí la gente se la toma muy en serio, con treinta días previos de un ayuno especial. Me sorprendió recibir una llamada en la habitación al salir de la ducha: “Feliz Navidad Jorge, el desayuno está listo”. Salgo y la tortita y el té habituales habían sido reemplazados por Doro Wat, pollo con un huevo cocido y salsa muy picante servidos sobre inyera, el pan típico del país. Pues ala, a darle a la especia a las diez de la mañana. Después de una charla muy animada con el resto de huéspedes me fui volando a comprar un par de botellas y a casa de Abraham. Llego a las 12:30 y corriendo a comer. Aquí ya saqué una foto para poderos explicar…

inyera etiopiaMás Doro Wat con su huevo incluído, quesos, carnes en salsa y carnes crudas. Y la sábana apulmonada que sirve de base es la inyera. Se cortan trocitos pequeños de ésta y se cogen los alimentos, pero como no es impermeable acabas poniéndote perdido. Este soy yo otro día en un restaurante…

dedos inyera

Recuerdo que los primeros días me chupaba los dedos como símbolo de aprobación y autohigiene, porque las servilletas no se estilan, pero resulta que es de bastante mala educación por aquello de que normalmente la inyera se comparte entre todos los comensales. Cosas de la ignorancia, que no os pase 😉 Desafortunadamente, en esta ocasión la inyera era sólo para mí, y como hice aprecio del kitfo (carne cruda de cabra o camello especiada) me cayó otra pelota nueva del manjar. Pero yo no podía comer más y busqué con la mirada el indulto de mi anfitrión que, comprensivamente, me dijo “tienes que comértelo todo”. Así que ahí estaba Jorge, con los dedos como un cuadro de Rembrandt y luchando contra su dragón particular. Cuando acabé me retiré al baño entre vítores para lavarme las manos. Vuelvo, me desplomo en el sofá, y sonrientes me comentan que “ya podemos empezar con la ceremonia del pan”. Y sacan esta rueda de tractor…

ceremonia pan etiopia

La Sra. de Abraham me catapulta un pedrusco tamaño cuarto de ladrillo a mi plato. “Tienes que comértelo todo”. Así que, pedacito a pedacito cual gorrión, me lo fui comiendo sintiéndome prisionero gástrico. Cuando terminé, copita de vino de miel etíope de unos 35 grados. “Es digestivo, te vendrá bien”. Mascullé el más cariñoso y sonriente “será cabrón” de mi vida y me lo tomé a sorbitos. Y después me excusé y repté como pude buscando la libertad de mi pensión, donde dormí una siesta llena de pesadillas. Feliz Navidad…

Al día siguiente comencé mi viaje al sur. Primer destino, Awasa. Cuatro horitas teóricas de bus que se convierten en seis. Pese a ser un sitio muy bonito no tenía más interés en él que el de una escala camino a Jimma para ver a las amigas argentinas que hice el primer día en Adís Abeba. Llego al hotel y me dicen que la mejor manera de llegar hasta Jimma es… volviendo a Adís Abeba. Me da una risa floja que se contagia rápidamente a mis interlocutores. Todos nos reímos, ellos de mí y yo de mí mismo. A la cama que mañana será otro día…

Me levanto. El desayuno acaba a las nueve y media, no a las diez. Tarde. Me voy a por el billete. ¿Tienen billete a Jimma directo? Sí. Yuhuuu, lo sabía, deme uno. Y me dan dos: uno de Awasa a Adís Abeba y otro de Adís Abeba a Jimma. Me rindo a las 15 horas de bus que me esperan al día siguiente porque mis amiguitas lo valen y me vuelve a dar una risa floja que se contagia rápidamente a mi interlocutora. Ambos reímos, ella de mí y yo no sé de qué. Me parece escuchar también las risas de los recepcionistas del hotel. Y me voy a pasear por el lago de Awasa, la ciudad hilarante…

lago awasa

pescador lago awasa

Un viaje en bus por Etiopía tiene varios inconvenientes. Malas carreteras, con baches tamaño acantilado. Malos buses, con alguna que otra cucaracha por los pasillos y/o cortinas de las ventanillas. Música infernal a todo volumen durante todo el trayecto que te sigue atormentando pese a que te pongas la tuya propia. Y, por supuesto, todos los buses van llenos hasta arriba. Pero tiene una ventaja maravillosa, y es que desde la ventana ves la vida pasar, porque el bus atraviesa lugares que un bus en sus cabales no debería atravesar. Pero como lo hacen yo lo disfruto. No obstante llegué en las últimas a Jimma. Noche cerrada y a buscar mi mochila con linterna en el maletero del bus. Pero esta es la recompensa que me esperaba al día siguiente…

amigas argentinas

En primer plano Flopi, doctora. En segundo Jenny, terapeuta ocupacional. Y en tercero Lupe, relaciones internacionales. El reencuentro en la Misión fue tan emotivo como inesperado por su parte porque, aunque sospechaban que les haría una visita, no sabían realmente cuándo sería.

Portal Misión Madre TeresaNo sé realmente cómo definir el día. Me cuesta mucho expresar todo lo que vi y la mezcla de sensaciones que me produjo. La Misión de las monjas de la Madre Teresa en Jimma se ocupa de unas 800 personas. Enfermos, ancianos, niños. Es una maravilla ver revolotear a mis tres amigas por entre todos ellos cual Campanillas peterpaneras iluminando todo lo que tocan. Y lo hacen tan felices y risueñas que contagian su alegría a todo ser que se cruza con ellas. Hay dos zonas claramente diferenciadas, una para hombres y otra para mujeres. Me impresionaron las miradas de los enfermos de tuberculosis. Por ser la enfermedad más contagiosa están en una sala distinta, pero aquí tienen enfermos de SIDA, cáncer, lepra y lo que se presente, por supuesto sin distinción de raza o religión.

Por la tarde nos llevaron a ver un palacio antiguo en los alrededores y volvimos dando un maravilloso paseo de unos siete kilómetros en el que pudimos compartir nuestras distintas vivencias en el país durante las últimas semanas. Cuando las dejé en la Misión volví pensativo hacia mi hotel viendo acabar el día por caminos como estos …

calle Jimma

… pudiendo añadir un cementerio más a mi colección

cementerio Jimma etiopia

cementerio Jimma etiopia 2

Y cenando en el hotel estaba la tele puesta. En la mesa de al lado había unos extranjeros con la mesa llena de botellas de cerveza vacías charlando animadamente y muy atentos al reportaje sobre los tres finalistas al balón de oro. Viendo firmar autógrafos a los tres protagonistas me pregunté cuántos autógrafos deberían firmar las mías. Acabar el día rodeado de abundancia a tan solo unos metros donde la escasez es la norma me resultó grotescamente chocante…

Nos despedimos al día siguiente con la esperanza de volver a vernos pronto en Buenos Aires. Y yo emprendí mi último viaje en bus hacia Adís Abeba donde me esperaba una noticia terrible y que os contaré en el último post sobre Etiopía…

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