Cuenta la leyenda que dirigíase un labrador por la ribera alta del Ebro camino a Zaragoza. Cruzósele el Señor disfrazado que le preguntó:
_“Buenos días buen hombre, ¿a dónde se dirige?”
_“A Zaragoza”
_”Hombre, será si Dios quiere…”
_”Quiera o no quiera yo voy a Zaragoza…”
Molesto por la obstinación del campesino, famosa en el lugar, lo convirtió en rana. Al cabo de un año volvió el Señor a pasar por la zona, se apiadó de él y lo devolvió a su forma natural…
_”Qué, ¿a dónde vamos ahora?
_”A Zaragoza o al charco…”
Aterricé en Yakarta un tanto apesadumbrado. Taxi al hotel, que aquella noche vuestra rata no estaba para transporte público. Lluvia. Atasco. Por lo menos mi alojamiento era estupendo. Decidí quedarme allí tres o cuatro días para pensar tranquilamente cómo reorganizarlo todo y, al día siguiente, vi la luz. Buscando, buscando, descubrí que la famosa isla de Bali es una pseudo colonia australiana, llena de jóvenes y etílicos surferos. Volar de ella a Auckland vía Sidney sólo iba a costarme 297€. Para ser un viaje de casi diez horas me pareció que aquella era una forma relativamente asequible de devolverle a mi viaje en forma de rana su forma natural. Compré el billete y me fui a dar una vuelta corta y feliz por la ciudad. Y hasta los sitios feos me parecían bonitos…
Yakarta es una ciudad bastante antipática para con el peatón, y los coches tienen preferencia…
¿He dicho los coches? Bueno, en realidad me refería a las motos, siempre las motos…
Cuando volvía sofocado y sudoroso a mi refugio, vi una peluquería y me pareció una estupenda forma de refrescarme, pero por aquí no debe estilarse eso de lavar la cabeza antes de cortar, así que ahí estaba yo, sentadito en el trono con mi gigante servilleta mientras el peluquero me acariciaba los cabellos sudaditos lentamente. Le dije que me cortara poco, pero el hombre no entendía nada y me entró un sudor, esta vez frío, al pensar que al verme el gesto igual pensaba que lo quería así de corto. Bajé de nuevo a la tierra con mi servilleta y, en un cartel antiguo del Manchester United, le señalé el pelo de David Beckham. “Lo quiero así”. El hombre me ponía cara de “yo corto el pelo pero no hago milagros”, pero pareció entenderme y procedió. No lo hizo mal del todo, lástima que al acabar decidiera peinarme. Me hizo un par de bucles en los laterales de mi cabezota que me convirtieron en el príncipe de Beckelar. Y yo me sentía esto…
Nada más salir del local, el hombre bajó la persiana de su negocio como si se arrepintiera de algo…
…y yo me despeiné entre sonrisas y restos de pelos pinchantes y me fui a cenar. Llegué a mi hotel cansado y acalorado pero feliz. Pensar que estaba en la capital del país musulmán más poblado del mundo, que al día siguiente salía en tren hacia Yogyakarta y que mi viaje volvía a su cauce, me ponía contento. Foto de mi multicolor hotel en la despedida…
El trayecto en tren desde Yakarta a Yogyakarta dura unas siete horas de paisajes preciosos de arroz y nubes…
…aderezado con simpáticas metáforas que anunciaban que Pollo dejaba atrás las dificultades y seguía adelante en su viaje…
Yogyakarta es una ciudad con nombre de lácteo mucho más amable que su hermana mayor. Al llegar tomé una especie de bici propulsada por amable indonesio que, dirección contraria si menester, me llevó al centro. Esta era mi vista durante el trayecto, con siamés reflejo de mi medio de locomoción incluido…
Enseguida encontré un hotel por 15 euros la noche con piscina y todo, así que decidí quedarme en la ciudad tres noches y poder visitar los famosos templos de Borobudur y Prambanan. Aunque yo soy más de conocer las gentes de la tierra que la tierra de las gentes, tengo que reconocer que los templos me gustaron. Primero el más popular: Borobudur…
Me gustaron mucho los elefantes del lugar que, igual que yo, se ponen muy contentos cuando les traen la comida. No haré más comentarios, una vez más os los dejo a vosotros… (Pista: ¿Cuántas patas tiene un elefante indonesio? 😉 )
Y este es Prambanan, como llamas en lecho de brasas que arden apuntando al cielo…
Durante el trayecto conocí a una muchacha chilena espectacular. Carolina lleva viajando seis meses por el sureste asiático y en breve vuelve a Santiago. Es una aventurera que me ha dado consejos estupendos y nuevas ideas acerca de destinos. Os hablaré de ella en el próximo post.
Por la noche me fui a cenar a un restaurante maravilloso. La gente en Indonesia es encantadora. Tal es así que manifesté mi intención de apuntarme en Bali a unas clases de cocina y me invitaron a pasar a la suya. Allí estuve yo probando de todo lo que iba saliendo de los fogones y tomando notas que impregnaban mi cuaderno de deliciosas manchas de aceite de palma…
Después me fui a mi mesa a cenar, desde donde podía observar las evoluciones de mis profesoras rodeado de paz y palmeras…
…y que afanosamente trabajaban para ofrecerme resultados como estos
Entre todo lo que había comido durante la clase y semejantes delicias (el conito verde estaba relleno de arroz picante), acabé la cena un tanto pesado (la leche de coco no perdona), pero saqué fuerzas para una última foto de mis profes como recuerdo…
Ahora os escribo desde Bali. En el capítulo siguiente os contaré cuánto me ha costado llegar hasta aquí. Decir en la despedida de hoy que el viaje sigue su curso con ligeras variaciones. El día 4 salgo hacia Auckland, en Nueva Zelanda, o al charco. El día 20 ya tengo billete y visado a Sídney, en Australia. De allí espero viajar por la carretera de la costa hacia Melbourne. Y como Tailandia está como está, he decidido dejarla para mejor ocasión y volar de Melbourne a Ho Chi Minh, la antigua Saigón, al sur de Vietnam. Allí decidiré si puedo hacer una escapada corta al templo de Ankorg Wat en Camboya y seguir camino al norte, para cruzar la frontera terrestre entre Vietnam y China. Todo dependerá de si puedo conseguir en Melbourne un visado para este último país. Viendo cómo se las gastan en Australia me pregunto cómo funcionarán los chinos del centro de expedición de visados en Melbourne. Crucemos los dedos…
Próximo capítulo: Bali y el libro de Paco Umbral…
El que la sigue la consigue, joder que peligro tienes. Abrazos
Muy interesante 🙂
Jorge, deberías ponernos un foto de ti con el nuevo estilo de pelo 😀
Mi sobrino Santiago vive en Melbourne
Sí quieres te puedo dar su imail
Estará encantado de Ayudarte si lo necesitas
Hola mi xico wapo, pero que chulo los templos, gracias por todos los comentarios, que bien escribres nene, nos metes en el viaje, y la foto del pollo me encanta jajajaj k gracioso.un besote