Escribo estas líneas desde el aeropuerto de Bali, así ya en Nueva Zelanda (porque esta vez lo voy a conseguir) empezamos de cero. Me costó mucho llegar hasta aquí. Me empeñé en ver un volcán muy conocido en el pueblecito de Bromo. Lo malo es que desde Yogyakarta hasta el volcán había 14 horas de furgoneta. Salimos a las 8 de la mañana y llegamos a las 22. Cenita rápida al lado del hostal y a la cama. A las 3 y media arriba por esa extraña manía que tiene la gente con los amaneceres. Yo soy mucho más de atardeceres, cuando apetece más una cerveza o un buen vino, pero qué se le va a hacer. En fin, por lo que se veía en internet, la vista merecía la pena el esfuerzo…

Claro que la vista que yo disfruté fue esta…

Después fuimos a ver el cráter, que no escupía lenguas de lava ni devoraba jóvenes vírgenes sacrificadas a los dioses. Era un cráter gris nicotínico, como todos los cráteres, supongo…

Daba un poco de miedo caerse. Lo que hacía memorable la visita era la enorme sensación de soledad, respirar ese azufre que te picaba en la garganta, y el orgullo de pisar un terreno donde la presencia del ser humano es una anormalidad…

Me lo tomo a broma porque a mí lo que me gusta es la gente, más que las vistas, y durante el trayecto tuve oportunidad de conocer a dos chicos estupendos. Jorge y Alex han estudiado un semestre de ingeniería de materiales en Shanghái y le están poniendo el broche con este viaje a Indonesia. Continuamos viaje de Bromo hasta Bali y sus charlas y clases de chino básico me amenizaron las siguientes 14 horas de furgoneta, ferry y taxi. Aquí estaban descansando en el ferry…

Mientras, yo me daba melancólicos paseos por el barco que dejaba Java, la isla más poblada del planeta, y nos llevaba a Bali…

En Bali nos esperaban más de tres horas de furgoneta y casi una de taxi. Cuando llegamos al lugar, los muchachos se fueron a buscar a unos amigos a su hotel y yo a buscar alojamiento. Nos habían dicho que llegaríamos a las 20 pero lo hicimos a las 2. Buscar hotel a las dos de la madrugada no es una buena idea, pero cuando lo consigues, dejas tus mochilas en la habitación, y te bajas a dar un baño en la piscina bajo un cielo intermitente de lluvia y estrellas, todo recobra el equilibrio. Especialmente si el hotel cuesta 15€ con desayuno incluído 😉

Y, aunque parezca increíble, no tengo mucho más que contar de la isla de Bali en sí misma. No soy de los que hacen esas arrogantes diferencias entre turistas o viajeros. Cada uno viaja como quiere o puede. Pero sí que hago diferencias entre viajar o ir de vacaciones. Y esta es una isla de vacaciones, así que mi momento no encaja con lo que este lugar me ofrecía. Pero yo, como mi admirado Paco Umbral, que cómo me gustaría escribir como él, no había venido a Bali a ver la isla. Al igual que él había ido a la tele a hablar de su libro, yo había venido a Bali a por mi vuelo. Así que he aprovechado para descansar y reflexionar sobre los itinerarios que me esperan. Y esta muchacha me ha amenizado tremendamente la estancia en esta ruidosa isla…

Ya os hablé de Carolina en el post pasado y ahora os la presento. Tiene una conversación especialmente agradable llena de esos giros chilenos que a mí tanto me gustan y que me hacen tanta gracia. Aquí en Bali ha terminado este viaje de seis meses por Asia

Os podéis imaginar que no hemos parado de hablar. Y no solo de viajes. En fin, que me dio pena que se marchara. A ella también pero, como yo siempre digo, lo mejor de viajar es volver. Y en eso, estábamos de acuerdo…

Mis dos últimos días transcurrieron sin pena ni gloria. Alguna que otra foto artística que podríamos titular: “Esperando bajo la lluvia”… (una velocidad de obturación rápida te regala unas gotas bastante chulas 😉 )

…y alguna que otra metafórico-romántica que os dejo bautilzar a vosotros 😉

Perdonad la brevedad de este post. Os lo compenso con la rigurosidad del directo: detrás de esa puerta me espera Nueva Zelanda, supongo. Debería llegar a las 15:30 de mañana, las 3:30 en España. Repaso, edito, envío, y a volar. Os cuento pronto desde el otro lado… 😉