Tal y como me temía, se me han acumulado los acontecimientos que tengo que contaros. Espero que me disculpéis si este post me queda un poco largo, pero mañana salgo hacia Beijing y después me esperan nueve días en Corea del Norte, así que ahora o nunca…
Después de haber probado medio reino animal y del homenaje a Madonna en Dalat, al día siguiente Anne y yo contratamos a dos motoristas para que nos llevaran de Dalat a Nha Trang, una ciudad invadida de rusos. Las banderas de Vietnam suelen ir acompañadas con las de la antigua URSS… (por aquello de la guerra fría, EEUU, y porque Vietnam es una república socialista)
… y resulta paradójico ver a los rusos más pudientes pasear debajo de ellas. El viaje se puede hacer en dos días y una noche. A veces se hace un poco duro porque la carretera está llena de baches y uno tiene el culito sensible, pero la belleza de los paisajes, los saludos de la gente al pasar, y poder escapar del bullicio general del resto del país compensa con creces las incomodidades. Y además se pueden sacar fotos desde la moto… 😉
La perspectiva de pasar una noche en un Moscú de juguete no nos seducía mucho, así que nos dimos una ducha rápida en un hotel de Nha Trang y cogimos un bus nocturno que nos llevara a Hoian. El viaje fue de unas once horas, pero con eso de que te puedes tumbar y echar unas cabezaditas, se pasa relativamente rápido. Además el antifaz con lentejuelas que me regalaron mis compis de teatro me hace bastante popular cuando me dispongo a arrojarme a los brazos de Morfeo, que diría mi amigo Chema, y es agradable dormirse entre sonrisas propias y ajenas… 🙂
Lo mejor de Hoian fue, una vez más, la gastronomía. Este pueblecito se encuentra en el centro de un país divido en tres zonas, norte, centro y sur, cada una de ellas con sus peculiaridades culinarias. El sur destaca por su cocina dulce, con ingredientes muy usados como el azúcar o el coco. El centro por el picante y el norte por ser una cocina muy salada, con el empleo de la salsa de soja en casi todas las recetas.
Nos alojamos en un hotel recién inaugurado regentado por una familia extremadamente amable que nos ofreció una mañana de cocina sin examen por unos módicos diez dólares (unos siete euros y pico). Lo pasamos de maravilla. Empezamos por la visita de rigor al mercado. Después volvimos al hotel para preparar el marinado de la carne y, como esto lleva unas dos horas, nos llevaron a conocer la zona mientras se completaba el proceso. A la vuelta, lo guisamos todo y nos quedó una mesa así de bonita…
No os preocupéis porque yo, más que ayudar a cocinar, tomaba notas (con el cerdo marinado en azúcar y salsa de soja se me saltaban las lágrimas) y me guardé las fuerzas para poder ayudar a comer todo lo cocinado… 😉
Por cierto, les hizo mucha gracia mi cambio de ritmo de felicidad y agitación absolutas pre-ingesta, al somnoliento cual conejo post-coital de después de comer, así que se me disculpó entre sonrisas la culebril retirada a mis aposentos para mítica siesta. No hay nada como la fusión de culturas… 😉
Al día siguiente me despedí de Anne y seguí camino a Hué, más al norte. Cinco horas más de bus. Poco os puedo comentar de este sitio. Dediqué dos días a escribir y descansar en el hotel y a frecuentar un restaurante cercano de gente no muy simpática pero con unos platos bastante ricos. Además me gustaba mucho ver desde mi mesa las técnicas de las abuelas más tradicionales que ya me empezaban a sonar…
De Hué pensaba volar a Luang Prabang, una ciudad al norte del vecino país de Laos, pero los billetes estaban agotados. Lo tenía que haber supuesto porque el fin de año en este país caía esta vez entre el 14 y el 16 de abril, así que volé a la capital Vientiane con cinco horas de escala en Hanoi, ay. Menos mal que los dos vuelos eran solo de una hora. Pese a todo llegué un poco cansado al hotel. Me hizo mucha gracia el muchacho de la recepción. Yo pensaba pasar unas dos noches allí para luego coger un bus a Luang Prabang, pero el chico me dijo que no, que allí no había nada que ver, que a la mañana siguiente salía un bus a las ocho y que me podían venir a buscar a las siete. Ala pues, cena y paseo nocturno por la capital de Laos y a la cama.
En el bus me ocurrió una pequeña gran tragedia, un tanto edulcorada al final. En un momento dado paramos en una estación. Yo bajé para ir al baño y a la vuelta me encuentro a dos chicas suecas que había conocido en Vientiane antes de subir al bus con mi mochila de mano, mi chaqueta y mi almohada hinchable. Me dicen que hay que hacer cambio de bus y que el anterior se había marchado. Les doy mil gracias y nos subimos entre risas y reverencias al nuevo y atestado bus. Y cuando llevamos unos cinco minutos en el nuevo, un escalofrío me recorre el cuerpo. Mi cuadernito de notas de viaje, ese que también me habían regalado mis compañeros de teatro y en el que cada día apuntaba una o mil reflexiones, se había quedado en la redecilla del asiento delantero del anterior bus. Enorme el disgusto. Hubiera preferido perder la mochila grande con todas mis cosas que ese cuaderno. Lo único bueno de este hecho fue ver las compungidas caras de mis nuevas amigas y cómo se volcaron conmigo a base de consuelos, informaciones de futuros destinos y todo tipo de ánimos. Tuve 14 horas de viaje para reflexionar sobre la belleza interior de algunas personas y sobre cómo nos afectan la pérdida de personas o cosas queridas. Esta es una foto de Filippa y Emmy tomada desde el tuc tuc o como se escriba que las dejó en su hostal.
El año nuevo en Laos se celebra de una forma muy curiosa. Sencillamente, la gente se tira agua por la calle, con especial predilección por los medios de transporte, coches (poquísimos), motos, tuc tucs… El primer día no lo noté durante mis tranquilos y reflexivos desayunos al lado del Mekong…
(como el desayuno llevaba huevos fritos, arroz y varias cosas más, me animé con una cerveza grande, luego otra pequeña, y luego agua. Así sí que me gusta desayunar…). Aproveché para tomar una tercera clase de cocina de tan solo una hora de duración. El chef era muy rápido y el libro de recetas del final me gustó, no obstante no fue nada del otro mundo. Al día siguiente me alquilé una bici para experimentar de cerca el año nuevo y, como soy bastante provocador, volví caladito al hotel. Os dejo algunas fotos de esta simpática costumbre…
El lado negativo fue que el dueño del hotel se coló en su información. Se ofreció a reservarme un billete de bus a Dien Bien Phu, ciudad al oeste de Vietnam famosa por la batalla donde los vietnamitas asestaron el golpe definitivo a la presencia de Francia en Indochina, pero justo la noche anterior me dice que “no hay billetes para ese bus en cuatro días. Happy New Year”, que si quiero “puedo comprar billete de bus a Hanoi pero que son 24 horas de bus más el paso de la frontera. Happy New Year”. Maldigo su feliz despreocupación y me retiro a la habitación donde me quedo dormido al instante.
A la mañana siguiente, y como si escapar de una guerra se tratase, reservo un vuelo para ese mismo día por la tarde a Hanoi. Cuando pido un taxi para ir al aeropuerto me dicen que “hoy no hay. Happy New Year”. Me empieza a irritar sobremanera la coletilla. Junto a una chica alemana, consigo contratar un tuc tuc, ya sabéis, esa especie de moto con un remolque abierto por todos los lados. Cubro mis dos mochilas con sendas bolsas impermeables y arriba. Ya os podéis imaginar el resto. Foto de por dónde había que pasar y de las vistas desde mi frágil medio de locomoción. Obsérvese la agresiva predisposición de los lugareños para humedecer todo aquello que se moviera, incluso aquellos sin nada con lo que mojar…
Entre happy new years, divertidos insultos por mi parte y splashs, conseguí atravesar el fuego acuático enemigo y llegué caladito al aeropuerto. No se aprecia muy bien porque el muchacho de turno me la sacó un poco oscura, pero este era mi aspecto antes de facturar. Aclaro que la camisa en su estado normal es azul claro clarísimo…
Y para hacer más mítica la huída, el avión que me iba a sacar de allí era este…
Así que me subí al avión tarareando la banda sonora de “En busca del arca perdida” y sonreí cuando mi lata con alas hizo el primer giro aéreo en busca de un mundo más seco y mejor. Eché en falta un sombrero de cuero que dejar en el asiento de al lado… 😉
En Hanoi las aventuras que me esperaban no fueron tan húmedas, pero voy a echar el resto y escribir ya un nuevo post que se publique mientras voy camino de China, así que os veo en seguida…
Muchas Felicidades , aunque estés celebrando por ahí el Año Nuevo , no olvides que hoy es San Jorge , tu día, no por lo de santo ,eh, pero sí por el pedazo de Jorge que eres !!
Sigue disfrutando y nosotros contigo.
Un abrazo
Me imagino que cuando te mojaban les gritabas: «malditos charlies!!». Imagino que después del viaje en moto no sentías las piernas.
Buen viaje y cuidadín en Corea del Norte, que no se andan con chiquitas…
Gracias Nico, prometo cuidarme y pronto te escribo para contarte planes que nos afectan a ambos ;);)
Un abrazo grande
Me encanta como disfrutas de cada momento y nosotros así lo vivimos …. Cuídate mucho por Corea btsss y hasta pronto
Bueno Conchita, también se pasan ratos menos divertidos, pero todo forma parte del viaje y de la experiencia, todo conviene 😉 Besicos