No me gusta escribir los post desde el aeropuerto, uno está más sensible de lo habitual y, normalmente, en asiento incómodo. Pero los acontecimientos se precipitan, la vuelta está ahí al lado y Brasil… bueno Brasil ha sido demasiado intenso como para escribir sobre él más tarde. Además tengo casi cinco horas hasta que salga mi vuelo a París. Así que allá vamos…
Hacía la cola de facturación triste por dejar Buenos Aires cuando un simpático danés y su esposa brasileña comenzaron a darme conversación. No estaba yo de mucho hablar, pero no suelo rechazar ninguna charla con gente amable, así que ala, copa del mundo por aquí, viajes por allá, qué bonita es España, y esas cosas… Horas más tarde los encuentro vagando por el aeropuerto y continuamos charlando, esta vez molestos por las tres horas de retraso en el vuelo. Y como la gente es fundamentalmente buena y algo cuida de mí, se ofrecen a llevarme a casa de Nino y Elo al llegar a São Paulo (en adelante SP, que no me gusta escribir en los aeropuertos…). Dicho y hecho: al llegar a la megalópolis ponen en marcha su GPS y entre risas y bostezos me dejan en la puerta de mis progenitores que en menos de dos horas se levantaban para salir de viaje. Gracias desde aquí con todo mi corazón a Jens y Jandira…
Entro sigilosamente en el que iba a ser mi palacio durante los siguientes 16 días gracias a que mis amigos habían dejado las llaves escondidas en la puerta y llego a mi cuarto. Ducha y espera. Reencuentro somnoliento y despedida juntos. Nino y Elo. Nos conocimos… sí, en Berkeley. Ellos también se conocieron allí. Y luego se casaron, y nos invitaron a todos, y nos seguimos viendo más veces, y lo seguiremos haciendo. Les despedí en su viaje a Bello Horizonte para ver el partido de la selección brasileña. Os los presento. Parece imposible, pero después de cada encuentro, todavía se les quiere más…
El día siguiente lo pasé entre bostezos. Quise acercarme hasta Vila Madalena para ver la semifinal entre Brasil y Alemania en algún bar, pero la tentación de una buena siesta me decidió a verlo desde casa. La siesta se alargó hasta que un torrente de mensajes me despertó con un seis a cero que hubiera despertado a una marmota de Valium. Triste por mis amigos, esperé en casa su regreso y nos consolamos con alguna historia pasada y la alegría de un reencuentro, esta vez, más duradero…
En SP he recuperado parte del peso perdido durante el viaje. No he hecho gran cosa, tan sólo visitar a los viejos y buenos amigos, conocer gente nueva y disfrutar de las delicias culinarias que una urbe de este tamaño ofrece. Un claro ejemplo de estas dos últimas actividades es Sheila. Nos conocimos por esas deliciosas casualidades que tiene la vida, porque insisto en que algo cuida de mí y me acaricia, o porque esta ciudad tan dura quería empeñarse en ofrecerme su cara más dulce, vaya usted a saber. El hecho es que ni la fondue del más exquisito chocolate podía competir con ella…
Esa maravilla se iba a convertir en la mejor de las guías que un tipo como yo podría haber imaginado. Podría empezar a hablar de ella y de todos los sitios a los que me llevó y no parar, pero antes iba a pasar algo grande: Nino y Elo tenían entradas para la final del mundial en Río de Janeiro y me iban a llevar con ellos. Y es que uno nunca se cansa de recibir caricias… 🙂
Como el viaje entre SP y Río se hace un poquito largo, aprovechamos para hacer una noche en Paraty, un bonito pueblecito equidistante. Algunas instantáneas…
…y llegada pronto por la mañana a Río. Es una ciudad especial, pero visitar una ciudad especial en un día tan especial, convirtió el día en muy muy especial. Ya sabéis cuánto me gustan los mundiales de fútbol y la historia de este deporte, así que ya os podéis imaginar cuánto disfruté de los primeros paseos y del camino a Maracaná…
El acceso al primer anillo de seguridad del estadio y posteriores estaba restringido a las personas con entrada para el partido. Pero como mis amigos son geniales se las ingeniaron para evitar el primer control policial y colarme al recinto. Y pude sacar fotos del ambiente y de la fauna que rodean al partido de los partidos…
…pero los siguientes controles ya fueron imposibles de atravesar, obviamente…
…y me tuve que dar media vuelta, luchando contra la corriente de elegidos como un salmón fugitivo…
Mentiría si dijera que no me dio pena quedarme con la miel en los labios ahí, tan cerca de nada más y nada menos que la final de un mundial. Pero, hablando de miel, recordé la fondue de frutas y chocolate en las horas previas con mi edulcorada amiga y quedé satisfechísimo de mi nivel de glucosa en sangre. Y además, ¿quién necesita la final de un mundial habiendo asistido en directo al parisino gol de Nayim? 😉
Rápidamente me dirigí al Cristo Redentor, probablemente el símbolo más reconocible de la ciudad. Llego a la estación de tren que me iba a elevar hasta mi objetivo…
…y me dicen que hasta dentro de una hora no sale el siguiente, lo que implicaba perderse la primera parte del partido. No lo dudé: mis lectores merecen ver cuántas tonterías hace la gente para sacarse una foto…
…y por supuesto, el Cristo…
…que tiene una inclinación de cabeza para hacerlo mirar mejor a su gente pero que cuando te acercas desde atrás da una extraña sensación de estatua decapitada…
Y las vistas, claro…
Mi favorita fue esta, con el estadio de Maracaná al fondo. Podía ver los vídeo marcadores cambiar de color y esperé al comienzo del partido antes de marcharme para poder responder a la pregunta de ¿dónde estabas tú cuando…?
Tuve suerte y me hice con un taxi que me llevó a la playa de Copacabana. Allí se concentraban la mayor parte de espectadores que veían el partido en pantallas gigantes. Llegué a tiempo para la segunda parte, pero entonces tuve un dilema: ¿me pongo a ver el partido o me disfrazo de corresponsal de guerra y me voy a hacer fotos para mis queridos lectores? Respuesta…
Me asaltaron muchas preguntas y reflexiones. Por ejemplo, seguro que muchos de vosotros compartís mi afecto por la belleza de la bandera argentina y pensáis que no se puede mejorar. Falso…
Sigamos. Un partido como este absorbe toda la atención de la gente, pero ay el amor…
Claro que además de lo espiritual y lo afectivo, la siempre molesta terrenalidad urinaria te recuerda que las dos terceras partes de tu cuerpo son agua. Agua enamorada, en el mejor de los casos, pero agua…
Afortunadamente no puedo transmitiros el radical cambio que experimentó la brisa marina al pasar por ahí…
Y justo después de sacar esta foto del descanso del guerrero…
…me sucedió una cosa bonita. Caminaba yo todo concentrado y fusionado con mi cámara, cuando un par de muchachas descalzas pasaron a mi lado con los zapatos en la mano. La del pareo blanco me sonrió, me acarició la mejilla derecha y me dio un beso en la izquierda. Y mientras se marchaban sonrientes mi maleducada desconfianza se rebuscó en los bolsillos para comprobar que no faltaba nada. Y cuando lo hizo, sonrió avergonzada a la muchacha y ambos seguimos caminos inversos. ¿Tan difícil es creer que, a veces, la vida te acaricia? 😉
Como me estoy poniendo mermeladas, vamos con los aspectos menos amables de la final. La rivalidad futbolística entre argentinos y brasileños es tremenda. El “Maradona es más grande que Pelé” era contestado con el “Maradona está más gordo que Pelé”. Sin lugar a dudas, los números de la final fueron el 7 y el 5. El primero hacía referencia a la goleada sufrida por los anfitriones en el partido anterior y el segundo al número de títulos que siempre consuelan las derrotas más duras y sirven para contestar cualquier afrenta verbal. Y los enfrentamientos eran constantes…
Como sabéis, el partido acabó con victoria alemana, y mis argentinitos lindos que cuánto les quiero, tuvieron que sufrir el doble dolor de la derrota y el de la chanza de sus mayores rivales. Sé que al revés hubiera pasado igual, pero me sentí incómodo y triste al contemplar ese juego de rencores, así que utilicé el truco que siempre utilizo cuando gana Alemania: volví mentalmente a aquellos días en Vietnam y me imaginé a mi querida Anne, tan feliz y risueña como siempre, celebrando el título en Colonia. Pensar en Anne siempre me pone contento, así que tengo que agradecerle que el camino de vuelta al coche donde me iba a reencontrar con Nino y Elo fuera más amable… Fin de un día especial y seis horitas de viaje de vuelta a SP que con Nino al volante son cinco…
Y de SP poco os puedo contar que os interese. Han sido unos días realmente maravillosos rodeado de amigos y cariño, pero supongo que eso es más especial vivirlo que leerlo, por eso no os voy a aburrir. Eso sí, considero de buena educación presentaros a mis paulistas queridos de Toronto 2006…
…que me encanta servir de excusa para que se vuelvan a reunir, y a mi Vivi querida de Berkeley, que acaba de ser mamá de estas dos joyitas…
Todos con la alegría y el afecto característicos de la gente de Brasil y que hacen tan especial este país. Gracias a todos… 🙂
Dos menciones especiales para acabar: una para mis queridos Nino y Elo, que el primer día me dieron las llaves de su casa y me invitaron a comportarme como si fuera la mía. Ha sido maravilloso poder descansar en un lugar tan estupendo y compartir interminables tertulias de rascacielos y tortillas de patata. Ya estoy echándoos de menos y deseando volver. Camináis como una sola caricia 🙂
Y la otra para mi Sheilita querida, la caricia por antonomasia, increíble profesional organizadora de eventos y bellísima san pauliana por fuera y por dentro (los san paulianos son los aficionados del equipo São Paulo mientras que los paulistas son los habitantes de SP. Me lo explicó ella, como tantas otras cosas…) Nunca podré agradecerte tu dedicación y que me regalaras parte de todo ese afecto tan grande que sientes por tu gente, tu trabajo y tu ciudad, pero lo seguiré intentando: gracias 🙂
La puerta de embarque me espera. Pronto estaré en París con Alban y un día más tarde en los Pirineos con Rose y Bertrand. El pronóstico vaticina un tiempo estupendo para el domingo, así que si todo va acorde a lo previsto, ese será el día en el que atraviese mis montañas queridas, para después pasar la noche soñando con Zaragoza y hacer realidad el sueño al día siguiente. Promete… 🙂
Mi casa es tu casa. Y siempre lo será.
Gran abrazo amigo!
São tantas coisas a dizer e, ao mesmo tempo, um nó na garganta gigantesco. Ao menos é isso que se passa neste exato momento em que você inicia sua viagem à França e, consequentemente, à sua amada Zaragoza. Não poderia escrever este comentário na língua que já amava e, depois de ouví-la com sua voz, amo ainda mais. Por isso escrevo na minha língua pátria, quem sabe consiga assim expressar em palavras um pouco do que se passou nestes últimos 13 dias. Um presente de Deus, um anjo visitando São Paulo, a sorte grande através de um clique ou simplesmente um acaso agradabilíssimo da vida. Na verdade creio que a soma disso tudo e um pouco mais. Como disse à você por tantas vezes, acredito que nos aproximamos das pessoas que nos são parecidas – no tamanho do coração, no brilho dos olhos, na grandeza da alma – e assim aconteceu. Foram 13 dias inesquecíveis, intensos, mágicos, de risos, alegrias, emoções… que resultou numa grande amizade – dessas pra vida toda – e porque não dizer também que resultou em AMOR? Sim, meu caro, AMOR! Sou dessas pessoas que tem «coração de manteiga», «coração mole» (expressões brasileiras) e você meu caro, você me deixou com a incrível sensação de ter várias «borboletas no estômago» (outra expressão brasileira)! Mas não me recrimine… não tenho culpa de ter cruzado com um anjo no meu caminho. Aí fica difícil controlar as emoções, segurar o coração e no fundo já sabia que as danadas das borboletinhas apareceriam fatalmente, mais dia, menos dia! Hoje rezo à Deus para que essa sensação tarde a findar, pois é «boa demais da conta» (como se diz em Minas Gerais)! Ahh, também vou pedir em minhas orações desta noite que todos os seus passos sejam muito abençoados, sejam eles em Paris, nos Pirineus, em Zaragoza, Buenos Aires, Hong Kong ou em qualquer lugar deste mundão!!! Que o retorno seja pleno de emoções e felicidades ao reencontrar os seus. E que a vida continue lhe oferecendo surpresas sempre, por onde quer que caminhes… meu amado, «cariño mio», Jorge Miguel Adiego Gracia! Seguirei te acompanhando de perto por aqui, pelo WhatsApp, por telefone, por sinal de fumaça… até que um dia a vida nos proporcione um reencontro. Também não esqueço do nosso trato! Palavra de são-paulina é palavra de fé! Até breve e cuide desse pedacinho de coração que, por mais que eu tentasse impedir, roubou de mim.
La final de un mundial…y en Brasil tío…!!! Aunque no te hayas podido quedar en el campo esto es de las cosas que te las llevas a la otra vida en paquete de regalo… Por esto y…por otras cosas más…que te quiten lo bailao…!!!
Cómo cambia la vida en tan sólo un mundial. Me alegro de verte feliz.